domingo, 30 de junio de 2013

Aunque tú no lo sepas

"Escuchaba aquella canción que te hacía temblar
y me acordé
de aquella vez que prometí besarte
donde aún nadie había posado antes los labios".

- Ernesto Pérez Vallejo - 

Hablas de ella como si la hubieras visto
en la soledad de su casa
temblando
hasta correrse
escuchando a Quique González.
Como si la hubieras visto bostezar
y luego sonreír sin saber el motivo de su sonrisa.
Hablas de ella.
Como si la conocieras 
de toda la vida,
pero en realidad
sólo te la acabas de cruzar por la calle
mientras caminabas sin rumbo a cualquier lugar,
y te ha mirado,
puede que hasta sonreído,
como a cualquiera.
Por mera educación
al encontrarte de frente
mientras pasaba con sutileza las páginas de un libro
como quien intenta borrar un recuerdo
que aún sigue anclado a su espalda.
Hablas de ella
como si la hubieras visto rodar escaleras abajo
cuando alguien le ha roto el corazón
o como si hubieras sido el único testigo
que ha creído que se desangraba 
al intentar coser una vez más sus propias alas.
Como si la hubieras visto
y escuchado
llorar
hasta dormirse
o correr en sentido contrario a su mayor sueño.
Ni si quiera sabes el calibre de la bala 
que provocó y hurgó en sus heridas,
pero te la imaginas
creyendo que escribe
para intentar salvar(se) 
(d)el mundo.
Y tú le cedes tu espalda a la fantasía
de los sueños
y a la realidad de otros poetas
que escriben
sobre sus musas
borrachos de ron
desnudos de corazón
mientras vomitan letras
y más
y más
letras.
Hablas de ella
como si hubieras visto al viento
meterse bajo su falda
buscando la mayor película porno
en la cartelera que anunciaba el filo de sus bragas;
como si ella fuera la protagonista de "Co-razones".
Hablas de ella,
otra vez
creyéndote guionista de sus sueños mojados
en pleno domingo
cuando el calor del sol de verano
y no tú
es lo que la hace sudar.
Hablas de ella
como si sus orgasmos retumbasen más fuerte
que las canciones de Metallica
atravesando las paredes de tu casa.
Hablas de ella
creyéndola musa
y tú un poeta
haciéndole el (des)amor con letras
o escribiendo cualquier nota de suicidio
en forma de poema.
Hablas de ella
pensando en mí
y nunca viceversa.
Lo tenía que decir
aunque tú no lo sepas.

jueves, 27 de junio de 2013

Hace tiempo que tú, y ahora no (tanto).

Por irte 
sin querer que lo hicieras
mírate, aún te sigues quedando más del tiempo necesario.
Haciendo un paseo entre borradores 
te he sacado del saco
 a la luz
de un sol que ahora me hace brillar siempre que me dejo.
A ver si así se consume tu recuerdo
de una jodida vez.

Perdóname, poeta, si aún me ves vagando entre tus versos
y tus excesos
intentando encontrarme.
Me perdí en tu universo y no es fácil abandonar los infinitos
que se crean cuando escribes.
Cuando sé que eres capaz de sentir, darle vida a las letras
después
de haber sido yo la que te ha roto ese órgano en mil pedazos, corazón.
Perdóname las noches que no te hice
y en las que intenté rehacerme yo, a solas,
si ti.
Qué puta lo-cura.
Y es mentira eso de que las cicatrices dejan de sangrar con el tiempo.
Me han inyectado poesía en las venas
en una de tantas noches de insomnio
sin sueños a ojos cerrados.
Y aquí me tienes, 
calcinando tus recuerdos en otro intento de vómitos
de kilómetros y días
del que o salen los miedos
o no dejo de vomitar flores.
Reavivándote sin querer, queriendo, una vez más.
Echarte de mi vida no es tan fácil
como echarte de menos.
Porque aunque quiera que te vayas
-y tú te quieras ir-
releer lo que te escribo, 
lo que te escribí,
siempre hace que te quedes mucho más tiempo del necesario.
Y eso, no lo dudo,
será algo con lo que tenga que aprender a vivir
por concederte, que no alquilarte,
por amor a amarte
unos cuantos versos de tinta
en papel en blanco.
Por hacerte más eterno que infinito, 
por quererte entre kilómetros,
en trenes de paso
que me llevan - ahora- a todos los puntos de una Roma, amor
en la que no estás tú.
Por cederte mi coraza con un corazón en ruinas
sin antes abrirte la vida
entre las piernas.
Por esperar demasiado cada noche
para seguir estando tan a solas.
Tus coordenadas ya no se reflejan en el radar 
de las catorce vidas que me hiciste creer que tenía
a mi espalda.
Lo peor de todo, es que a los gatos les da pánico el agua.
Y a mí, como a ti,
me dio miedo cruzar de punta a punta un océano
mientras me llovías las ganas a más de mil kilómetros de distancia.
Y es evidente
quemarme por jugar con fuego
incluso bajo tus miles de tormentas.
Y tú de mí hiciste algo así llamado arte
en cada uno de tus poemas.
"Lo realmente jodido es cuando
poeta, poema y poesía son lo mismo, 
la misma,
y nacen justamente después de ti", dijiste.


Marzo, 2013.

miércoles, 19 de junio de 2013

S.O.S

" Yo lo único que sé 
es que cuando me cuelgo de sus pupilas,
un ejército de hormigas
diminutas como granos de arena
del desierto del Gobi
se me meten bajo la piel
y la recorren dando mordiscos
sin dirección ni rumbo alguno".

- Ernesto Pérez Vallejo - 


Verte 
en todas esas frases
unidas y revueltas formando otro precipicio
en forma de poema
es algo así como beberte de un trago la nostalgia
cual cerveza
y seguir pidiendo más rondas de lo mismo.
Más rondas de poesía
- en braille, por favor -,
de cerveza,
de canciones de algún cantautor 
y, por supuesto, de ti.
Que la impaciencia es lo único que consigue ralentizar el reloj.
Y cuando se trata de buscarte 
todas las manecillas parecen girar en sentido contrario 
y se me clavan como agujas por el cuerpo.
Y al final algo falla,
siempre estamos a la hora exacta de un reloj
que nos marca el lugar equivocado.
Soy una impaciente que se muere de ganas 
de verte
y estoy por colgarme al final de esta hoja del calendario,
llena circulitos rojos que convierten en importante un día cualquiera,
de citas que no son contigo,
de nervios y de insomnios,
de la que me tienen sujeta los exámenes.
Menos mal que están acabando ya
-aunque también estén acabando conmigo-
para empezar a vivir (contigo) 
todos los días de verano que llegan.
A ver si me salvas, joder
y llegas antes.
Porque asomarme al final de las palabras de cada verso 
que escribo 
a veces
supone saber desatar los nudos
que yo misma he hecho con mis manos 
cada vez que tu ausencia me viene pisando los talones.
Sé que no me voy a pillar los dedos,
que puedo evitarlo; esperarte
porque he aprendido a deshacer mis propios pasos.
Que no es el tiempo lo que ansío, son tus labios.
Y no voy a mentirte.
Que no es lo mismo vivir los días sin más
a vivirlos contigo, 
da igual el lugar
o si hace calor o frío.
A veces me toca prostituirme con la inspiración
para concederte un par de palabras que acaricio con los dedos
en el rincón perdido de tu memoria
donde siempre me acabas encontrando 
más despistada que nunca
y torpe
hilando versos.
Follándote la mente 
para que tu alma se parta en dos 
por un orgasmo.
Sembrando tempestades
para recoger (nuestros) diluvios
con los labios.
Abandonarnos al calor de una emoción.
Meternos el sol bajo la ropa
queriendo llegar a calentarnos el alma con las manos.
Y pones mi mundo patas arriba
para dejarme cabeza abajo.
'Sólo un demente escaparía al encanto de tu risa
y al placer de tus rodillas bajo mi tacto.
El mar no es nada 
cuando eres tú quien hace subir la marea;
y en tus ausencias siempre llega la nostalgia 
con la falda demasiado corta', dices.

viernes, 7 de junio de 2013

Ojalá el amor nos pille bailando como nadie nuestras canciones favoritas

"No creo en el desamor
pero no dejes de hacérmelo".

- Irene X - 

Todo esto que ves es una brújula que se rompió hace tiempo.
Me dejo ahora llevar por el viento
que cada dos por tres cambia de dirección
y yo
me pierdo.
Tengo mala orientación
y muchas noches duermo fuera de mis sueños, sin perderlos.
Hace frío
y llueve.
Tiemblo.
Nunca aprendí ni tuve paciencia para crear fuego
con algo que no fuese el frotar de dos cuerpos.
Es la fuente de calor más primitiva que conozco.
Es la hoguera en la que, a lo bonzo, hemos ardido muchas veces.
Con las piedras aprendí a levantarme cuando no hacía más que tropezar y caerme.
Me alimentaba de besos hasta el consumir de los labios,
luego los cuerpos
y después no quedó nada más
que recurrir al recuerdo.
Vivir atracando al reloj de manera constante; dando saltos en el tiempo. Unas veces estás, 
otras desaparezco.
Dormía en sus brazos cuando apretaba el temporal 
y calmaba a los monstruos de mis tardíos sueños. No conseguía dormir. Me daba miedo
el estruendo de los truenos; como el cerrar una puerta de golpe por no saber querer de frente. 
Y abandonar.
Yo jugaba en los charcos de mis propias lágrimas,
me tragué también muchas de las suyas
y (me) corría desnuda bajo todas sus tormentas. Bailábamos tangos escuchando el aplaudir de la gente
simulado por la lluvia chocando en la ventana.
Llegó el otoño poco después y me empecé a caer sobre muchas hojas de papel en blanco
donde creía poder trazar un camino en forma de poesía, por encontrarme
(contigo de nuevo en cualquier esquina de una ciudad
como quien dobla la esquina de la página de un libro para saber por donde va).
Aún sigo andando, buscando quién sabe qué entre el arte.
He desgastado las suelas de más de un par de zapatos como quien araña vidas creyéndose gato,
creyéndose eso de que siempre caen de pie sin importar la altura del precipicio,
confiando en las seis vidas de más mientras cruzo de un lado a otro la autopista entre sus piernas.
Entre el bullir de líquidos calientes tras todos los sudores fríos.
Simulando el tráfico y una multitud de gente gritando
en el atasco en mitad del túnel por el encontronazo de dos orgasmos.
Nos quedamos sentados mirando a través de la ventana un punto de luz por si nos daba por salir huyendo.
Hablar de intimidades era como jugar al scrabble con los sentimientos.
No sé muy bien el por qué,
tal vez por eso del miedo a los adjetivos, amor
pasamos la mayoría del tiempo en silencio.
Y no recuerdo prácticamente nada de las últimas y cortas conversaciones que tuvimos.
No recuerdo casi ninguna palabra.
Sólo me salía mirarte a los ojos. Eso sí podría describirlo,
pero como dijo Escandar:"sería otra poesía".
Acariciabas las cuerdas de la guitarra y en tus ojos se reflejó la música con la que me querías
sacar a bailar de nuevo pero, joder, no me sigas mirando así que me hundo.
Luego pensé que mientras nos queden páginas en blanco y tinta corriendo por la venas;
suma y sigue.
No seríamos el último tango ni el nudo final de quien escribe.